viernes, 7 de noviembre de 2008

LA EDAD DE ORO DEL CINE NACIONAL, CLEMENTE DE LA CERDA Y LOS “BOOMS” PETROLEROS

Colaboraciones
Por Andrea C. López L.

Recientemente se estrenó la serie documental “La Edad de Oro” del cine nacional (Sergio Marcano y Phillipe Toledano) que comprende los capítulos 1970, 1980 y “El Público”. El tríptico revela el auge y la caída del cine nacional al tiempo que descubre la actual expectativa de quienes integran el quehacer cinematográfico venezolano. Impulsada por este estreno y por la incumplida promesa de la Cinemateca Nacional de publicar una biografía de tan importante cineasta, he querido dejar aquí algún testimonio de un director que obtuvo su cumbre en este período del primer boom petrolero. La experiencia de cineastas como Clemente de La Cerda puede ser pertinente –y no sólo de Clemente, sino de muchos cineastas que hicieron cine durante lo setentas y los ochentas- pues Venezuela y su cine, vive (o ¿vivió, o está viviendo?) su segundo boom petrolero.

En aquel momento, la primera presidencia de Pérez, se implementaron políticas culturales destinadas a fomentar nuestra estima “nacional”. Entre estas políticas destaca el 1x1, que consistió en colocar en radio un tema de artista o intérprete venezolano por cada tema difundido de algún foráneo, extranjero. Cantantes como Lila Morillo, Simón Díaz, Mirla Castellanos, El Puma, Los Dart, los 007 y pare usted de contar, debieron su gloria nacional, y en casos como los de Simón, internacional, a su talento y a la oportunidad que la reciente nacionalización petrolera otorgó en su “distribución del ingreso”.

Con el cine pasó algo parecido, mas no similar. El cine del boom, y el más cercano al viernes negro, obtuvo recursos del Estado siendo muy contestatario. Ojo, y no sólo fue contestatario en términos de contenido, sino también en términos de lenguaje. ¿Podemos comparar al cine venezolano del primer boom con el del segundo? Desde luego, para entonces, llegó el viernes negro, la devaluación. Las bondades de la nacionalización no lograron alcanzar la década, una guerra había terminado, y tras mucho derroche, se recortó el presupuesto y se engavetó la Ley de Cine.
Uno de los sueños de Clemente era montar una productora propia. Después de su “cumbre” Soy un delincuente, continuó dando taquilla pero desde la producción privada. Hoy, el Estado maneja una productora con abundantes recursos. ¿Puede su resultado compararse con los logros obtenidos en el primer boom? ¿O lo más aceptado sigue respondiendo a producciones que se realizan desde la esfera “privada”?
Sin más, dejo a ustedes, una reseña sobre la experiencia de Clemente de La Cerda, la cual publiqué en Wikipedia para el Diccionario Español de Cine Hispanoamericano.

Los olvidados de Clemente. Tráiler.

2 comentarios:

  1. Muy buena la pieza. A mi el cine venezolano de los setenta y la primera mitad de los ochenta, particularmente, me gustaba mucho. El de ahora como que no tanto.

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  2. Clemente de la Cerda es si no el mejor, uno de los mejores directores de cine que ha parido este país.
    Nos dejo una obra bastante sólida armada a base de películas entrañables y que difícilmente el público que las observa les deja indiferente…
    Ya quisieran muchos directores contemporáneos tener la mitad de su efectividad dramática y narrativa.
    Yo la verdad no creo que podamos, ni remotamente, comparar los efectos artísticos y estilísticos acontecidos en los dos booms petroleros.
    El 80% del cine que llega hoy a nuestras pantallas permanece en la cartelera gracias, únicamente, a las dos semanas que establece la ley de cine, del resto desaparece como llego.
    Un cine vacuo, sin compromisos con nuestra sociedad, con nuestra cultura, carente de propuestas estéticas, aburrido y que fundamentalmente NO INTERESA a los espectadores ni a los festivales internacionales.
    Por momentos pienso que deberíamos sincerarnos y declarar la muerte del cine nacional.
    Estamos mal y no se ve intención de enmienda o de cambio en las instituciones cinematográficas estatales nacionales –CNAC, Villa del Cine-, ya que en su ceguera y en su soberbia siguen sin admitir sus defectos, sus problemáticas y el panorama árido en el que han colocado a la producción cinematográfica actual.
    A mi parecer un panorama bastante triste.

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