sábado, 7 de noviembre de 2009

La Vida Loca de Christian Póveda. Por: Andrea C. López L.

Hace un par de meses, impresionada por la sorpresiva y violenta muerte de Christian Póveda, reseñé en este blog el documental La Vida Loca. En ese momento, signado por responsabilidades que aún hoy siguen agobiándome y parecen no tener fin; me limité a mencionar el documental e invitar a verlo a través de un link colgado en otro blog.

Hoy me gustaría comentar más detalladamente por qué, más allá de la tragedia del brutal asesinato de su autor, este documental se me hace una referencia obligada en el campo de la cinematografía latinoamericana. Antes de empezar, quisiera advertir a aquellos lectores-espectadores que reprueban el cine de violencia, que se abstengan de leer este post.

Si no fuera porque La Vida Loca está narrada por sujetos reales en circunstancias verídicas, podría decirse que se trata de una ficción. Las tramas y subtramas se construyen sin la “presencia” visible de su director. Es decir, el documental no necesita de la evidencia explícita de una entrevista a cámara, o de una voz en off. La inmersión de la cámara en el registro de esa cotidianidad hace que el discurso fluya por sí mismo, exponiendo una muy dramática realidad. Apenas un texto al inicio da cuenta del contexto y del tema: la declaración de guerra, por parte del ejército hacia Las Maras, y los conflictos existentes entre La Mara 18 y la Marucha; grupos tribales que funcionan como clanes y que tienen su origen en los suburbios de la ciudad de Los Ángeles.

El tema del documental, sin duda el de la violencia, es abordado desde toda su complejidad a través de sus personajes y, aunque retrata esta realidad específica, la de El Salvador, el universo expuesto resulta muy semejante al nuestro, dando luces acerca de por qué tenemos sociedades tan susceptibles a la criminalidad.

Planteado el tema, se nos presenta a los personajes (no reseñaré todos aquí): el chico Erick que, bajo proceso, se presenta ante una jueza acompañado de su madre. Un drama muy similar al de Ramón Antonio Brizuela (“Soy un delincuente”, 1976): el chico tiene antecedentes penales y debe cumplir con el requisito de ir a la escuela. Sin embargo, no asiste, su madre reconoce que no tienen dónde vivir, ni empleo y mucho menos el apoyo de un padre. Entre lágrimas: es ella sola.

La jueza, delgada, bien vestida, rubia y peinada de peluquería; reconoce que las condiciones en las que vive Erick son propensas a hacer de él un criminal, pero ella no está allí para juzgar la pobreza sino para vigilar que el chico le haga caso a su madre y no a los pandilleros. El Estado, desde Poncio Pilatos, lavándose las manos.

La madre, protagonista obligada de toda miseria, figura única que padece y sufre su triple condición de margen o subalternidad; delega una sentencia similar a la de la madre de Ramón Antonio Brizuela: Si él no me hace caso, prefiero entregarlo. El chico expone su verdad: no puede ir a la escuela porque, habiendo pertenecido a Las Maras, la policía lo agrede y persigue.

Al drama de esta violencia institucional: la del Estado y sus organismos represivos, se suma la violencia estructural, aquella referida a las condiciones de vida: embarazos precoces, viudez temprana y reiterada, falta de vivienda, de empleo, de salud, servicios; y la violencia cotidiana: asesinatos por bala perdida, o “ajustes de cuentas”. Es decir, la muerte como normalidad. Es ante este contexto, que estos jóvenes salvadoreños hallan un apoyo emocional en Las Maras y sobreviven gracias a la economía que los mantiene: el narcotráfico.

Esta construcción del tejido social tiene sus códigos: los tatuajes en la piel, que simbolizan un poco las marcas de las heridas que exhiben nuestros malandros caraqueños emulando la distinción militar (a más marca o “chapa”, más jerarquía o identidad en la banda); sus momentos de goce y alegría: secuencias de placer drogándose, festejando sus cumpleaños o sus velorios.

Estas secuencias se hallan caracterizadas por una emotividad propia de la estética del margen, una estética radicalmente distinta a la de las clases altas y medias: son mujeres gorditas, morenas, acompañadas de sus niños o sólo de hombres, bailando de manera muy sugestiva al ritmo del reggaetón.

Mientras se suceden innúmeras imágenes de mujeres muy jóvenes viviendo la tragedia de ser viudas y con varios chicos a cuestas; se suma el relato de Wizard, una chica de 21 años, también viuda, sin ingresos, aunque un amigo me ayuda a vender algo.

Madre de cuatro niños, Wizard se somete a múltiples cirugías de un ojo perdido en una balacera y harto tratado, negligentemente, en los hospitales del Estado. La chica, tras tortuosas e infinitas operaciones (créanme que nada que envidiarle a Linda Blair en El Exorcista); Wizard es también reclutada por la ONG que pretende “rescatar” a estos jóvenes, mediante métodos no represivos como los empleados por el Estado.

A la alternativa fraterna “Maras”; el documental asoma otra esperanza: La iniciativa de una ONG que, contrariamente a lo planteado en filmes de ficción como Tropa de Élite (que sataniza cualquier intento independiente y no represivo para frenar la violencia) se erige como otro camino afectivo y solidario que dignifica la vida de estas personas al sembrar valores en torno al trabajo.

Es así como Little Wizard, Moreno y Bam Bam, producen pan de la mano de José Heriberto Enríquez y Luis Romero García, conductores de la ONG Hombres Unidos. Los chicos logran producir y vender su pan a bajo costo, teniendo éxito, a pesar de los nunca faltantes chismorreos y estigmatización de los vecinos. El grupo afianza su utopía: sí se puede llevar una vida “digna”. Conscientes de su logro, se niegan a ser utilizados por el gobierno para su propaganda política.

La muerte azota cada transición en el documental y finalmente, la utopía se desvanece: El Estado detiene a José Humberto acusándolo de la muerte de otro pandillero. La represión, como en cualquier otra tragedia shakesperiana tipo Macbeth, se esparce y tiñe de rojo: detienen también a Wizard, el carcelero la compara con un pit bull. A Bam Bam lo juzgan por tenencia de armas y agrupación ilegal. Al creerse absuelto, le adjudican los cargos de tenencia de drogas y va, de todas, todas, a la cárcel.

El rol de iglesias evangélicas emergentes en estos círculos también da mucha tela que cortar. En resumidas cuentas, La Vida Loca es un documental que aporta a nuestra cinematografía no sólo por su condición estética, que revela un genuino docu vivído, sino también por la profundidad de un tema que querámoslo ver o no, es en la región nuestra huella de dolor.

Hace un mes la Cinemateca Nacional publicó un libro titulado Miradas al margen: Cine y subalternidad en América Latina y el Caribe, que espero poder comentar en mi próximo post. El contenido de este libro arroja luces sobre un cine que nos urge desde hace mucho y que sigue siendo censurado, asesinado y difamado, mientras se aupa un cine escapista. La trágica muerte de Póveda es una prueba contundente de esto. El cine de violencia es, en términos junguianos: Nuestra sombra. Y no todos tienen el valor de enfrentar sus miserias. No los culpo, a Póveda le costó la vida. En el cine escapista, sólo cuesta el “estatus”.

5 comentarios:

  1. Hay que verlo, muy interesante. ¿Tu o alguien cercano conoció a Póveda? Voy a ver por you tube y te comento. Muy bueno el post. El personaje amerita una biografía y un docu.

    Un abrazo,

    J

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  2. Hola José, gracias. No conocí a Póveda, pero a juzgar por su currículum era un hombre de mucho riesgo y pasión.

    Aún estoy pendiente de comentar el docu de Fortunato, espero poder verlo pronto. Un abrazo,

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  3. Lo he buscado y nada. Asi que me toca bajarlo. Cuando lo vea les escribo.
    Muy bueno el post.

    Saludos.

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  4. Lo vi anoche.
    Un tema complejo.

    No creo que la realidad que se muestra ahi diste mucho de otros paises latinoamericanos.

    A riesgo de parecer ingenuo, no entiendo el motivo por el que mataron a Poveda. A menos que haya sido a manos del otro bando?.

    Saludos.

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  5. Póveda era un activista, servía como mediador. Aquí un enlace que arroja luces sobre su muerte:

    http://www.elpais.com/articulo/internacional/Christian/Poveda/fue/asesinado/maras/le/tomaron/confidente/elpepuint/20090910elpepuint_16/Tes

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