viernes, 10 de diciembre de 2010

Presunto Culpable (Negrete y Hernández, 2010)

Por Andrea López

“Cuando alguien te dice que metieron a un delincuente a la cárcel te alegras y hasta pides que lo dejen allí para que no le haga daño a más nadie en la calle”.

Estas son más o menos las palabras que pronuncia Antonio (Toño) Zúñiga, joven de 26 años, trabajador de Iztapalapa en México DF al inicio del documental del cual es protagonista y que obtuvo el galardón de Humanitas Award otorgado por la IDA: Presunto Culpable.

Pues bien, este chico inocente fue -en el argot mexica- “levantado” en el año 2005 por la policía en su lugar de trabajo. Tras golpizas y testimonio de un falso testigo, el sistema judicial de su país lo acusó de homicidio y sentenció a veinte años de presidio. Allí entendió que esta opinión generalizada obedece, en la mayoría de los casos, a la ignorancia que permea a intereses económicos y discriminatorios.

Dirigido por una pareja de abogados que para el momento emprendían estudios de postgrado en los Estados Unidos y que se hallaba sumamente preocupada por los vicios imperantes en el sistema jurídico de su país de origen; el documental no sólo se ocupó de revisar el expediente de Toño, encontrar que la licencia del fiscal acusador era falsa, conseguirle un abogado defensor que no cobrara, abrir un nuevo juicio y registrar en video todo el proceso, así como la vivencia de su mujer y familia; sino que además consiguió liberarlo de un sistema viciado que se mantiene a costa de los jugosos dividendos de la corrupción administrativa y judicial.

En resumidas cuentas, diremos que Presunto Culpable ha logrado en el siglo XXI lo que en 1988 consiguiera Errol Morris en The Thin Blue Line. Esto es, no sólo denunciar y develar un sistema discriminador y violador de derechos humanos, sino además concluir el trabajo audiovisual logrando justicia en la realidad. Sin duda, el sueño de cualquier documentalista y activista social.

Aunque en principio el propósito de este análisis desistió de la comparación entre el documental de Morris con el de la dupla Negrete-Hernández, es posible que tropecemos con aristas que convergen en ambos audiovisuales, así como en diferencias en cuanto a su tratamiento.

Como ya mencionamos, Presunto Culpable hace un retrato de Toño, un joven que es arrestado y sentenciado bajo el cargo de asesinato y que aún sabiéndose inocente llegó a resignarse ante su realidad asumiendo el presidio como una prueba de fortaleza divina: Fue así que se dedicó a entrenar, bailar y componer canciones en la cárcel. Vale decir que estas últimas impregnan de emoción al documental.

Layda Negrete y Roberto Hernández (los abogados realizadores) logran contactarlo y hacerle ver que lo que vivía no era una prueba de Dios, sino la consecuencia de un sistema que actúa de acuerdo a intereses económicos, infrahumanos, descompuestos.

Las pruebas de la abogada acusadora no estaban claras, datos relevantes respecto a su inocencia habían sido obviados en su expediente. La prueba más fuerte pesaba sobre un chavo que no estuvo presente en los hechos y que lo acusó después de haber sido coaccionado por los policías. El testimonio de este chico se midió contra el de tres testigos que vieron a Toño trabajando a la hora del suceso (bastante alejado por cierto) pero que sin embargo fue suficiente para un juez que impuso una condena de dos décadas.

Pronto, la esperanza de un nuevo juicio se vio opacada por el hecho de que el juez sería el mismo que dictó la condena inicial. Fue entonces cuando el expediente se subrayó y Toño fue cuidadosamente entrenado a participar personalmente en su defensa.

A diferencia de La Delgada Línea Azul, el renovado juicio de Toño carece de recreaciones ficticias de los hechos. En su lugar, las cámaras develan la cruda realidad de lo ocurrido a través de las patéticas audiencias realizadas en kafkianas, claustrofóbicas y hacinadas oficinas públicas mexicanas, en las que el acusado observa todo a través de los barrotes. Y es así cuando, a pesar de las negativas a responder, o contradictorias revelaciones de los policías (que incluso llegan a intimidar a las cámaras con amenazas y chantajes) hasta el coaccionado testigo acepta en el careo que jamás vio a Toño en la hora y lugar del crimen. Aún así, el juez reitera su sentencia.

Lo más fuerte de todo es la respuesta de la abogada acusadora cuando ante las pruebas de inocencia se le pregunta ¿por qué acusa a un inocente? Y ésta responde: “Porque es mi chamba”.

En esa frase se resume todo el negocio. La desesperanza de Toño se hace total pero la luz de la cámara que ha registrado la perversión que será difundida a lo largo y ancho del mundo a través de festivales y medios de comunicación, hacen posible su apelación, posterior esclarecimiento y absolución.

Hoy, Presunto Culpable no representa sólo un documental, una película a ser exhibida en salas y festivales; sino además la voluntad de apoyar una organización sin fines de lucro que busca la transformación del sistema judicial mexicano al proponer juicios orales y públicos pero sobre todo, la implementación de una noción de justicia que dista mucho de la concepción que de la balanza se tiene en América latina, región en donde en vez de creer que “Todos somos inocentes hasta que se demuestre lo contrario”, priva la concepción adversa de que “Se es culpable hasta que se demuestre lo opuesto”, es decir, no existe la presunción de inocencia, sino la de culpabilidad. Facismo puro y duro.

Finalmente, informarles que el documental se estrenará en México en febrero de 2011. Dejo a ustedes la página de este propósito progresista.


Y el trailer de este importante documental :



¡No se lo pierdan!

sábado, 4 de diciembre de 2010

Muerte en Alto Contraste (Bolívar, 2010)

(ó Agonía en Baja Resolución)

Por Daniel Dannery.


Leyendo la crítica de algunos dinosaurios del medio cinematográfico de Venezuela, uno no puede sino pensar en una renovación, no del cine, que ya ha dado sus pasos bien pisados en la actual cartelera nacional, sino del análisis cinematográfico, que clama incesantemente por una renovación, una voz que deje de ser tan complaciente y amiguera.

Me lo comentó una vez un estudioso del tema “En Venezuela no hay crítica”, en primer lugar creo que la crítica no se había dado del todo por la escasa producción, pero a una década ya por finalizar, es obvio que esto comienza a cambiar, ya sea por esos textos petulantes de algunos hombres de corbata, o por los comentarios críticos que cualquiera se puede encontrar al visitar un blog.

“Muerte en Alto Contraste” no es correcta, no es redonda, no se destacan ni la dirección de fotografía, ni la de arte, ni la música, ni las actuaciones, ni el sonido, ni el montaje; como alguien escribió por ahí. Como dijo el presidente Mexicano Luis Echeverría por allá en los 70: “Sino, Todo Contrario”.

Carece de gusto, de concepto, de lógica. Sí, “Las caras del diablo” se arropa en su mal justificada carencia de dinero, “Muerte en alto contraste” logra el mismo resultado sin la improvisación y con todos los recursos.

Bolívar retorna a un campo del que pareciese, ya no se siente del todo cómodo, lo que había logrado con “Homicidio Culposo” lo destroza con los pies, en este Thriller Policial con subtexto político.

Más de una década ha pasado desde que este realizador pudo ver estrenada una película, con la cual no le fue del todo bien: “Rosa de Francia”. Y uno se pregunta qué fue de aquel hombre que logró planos tan hermosos en “El Pez Que Fuma” (DP) o de aquel que se tomó de un argumento tan patético (En buen sentido) en “Domingo de resurrección”.

Obviamente el cine de este realizador ha envejecido muy mal, pero en estas muestras, uno se encuentra aún con detalles que a pesar de todo te dejan un gusto, de no muy mal sabor.

Mirar al pasado a veces se convierte en una pedantería o en una muestra de resistencia al cambio, pero en el caso de Bolívar es casi obligatorio hacerlo, de la misma forma pasa con Chalbaud, De Pedro, entre otros. Pues son ellos los que nos han legado una cultura cinematográfica, aunque en el futuro, no les vaya del todo bien.

Es difícil encontrarse con material como este, en el sentido de que uno como comentarista, no sabe por dónde empezar, o qué hablar. Y es que todo merece su tiempo, su análisis o al menos una lupa cuidadosa, para cuidarse de no decir cualquier barbaridad y no quedar mal, pero vamos, que si fueron capaces de estrenar cosas como “Des-Autorizados” o “Amorcito Corazón” y hacer que gente, haya ido al cine a verlas, y pagar por ellas, creo que yo podría decir cualquier cosa aquí y estaría libre de todo pecado, y al menos se ahorran un dinero.

Hay que estar claros que aunque la RAE le haya quitado la tilde a la palabra “Solo”, puedo decir que SOLO uno puede ver una película como ésta y aguantarla con mucha fuerza de voluntad y fe. En ambos sentidos.

Un conflicto claro presenta el guión firmado por Los Varela y Bolívar, una venganza que se a venido alimentando por 20 años, tras una masacre causada por motivaciones políticas. El personaje de Wildpret, ha tenido el tiempo suficiente para armar un plan y así acabar con todos aquellos involucrados en la muerte de sus padres, y esto es lo que nos muestra la película, un hombre que debe terminar a como de lugar con una cúpula extrema que velaba ante sus propios intereses, mientras la lucha izquierdista de la época, intentaba lograr una batalla contra el gobierno de turno, entre las montañas y disfrazados de guerrilleros. Aquí tenemos el subtexto panfletario.

Más allá de esto, el argumento podría resultar interesante, pero no todo acaba aquí, el espectador debe ir descubriendo la fijación de nuestro personaje principal ante los encantos mal fotografiados de Norelys Rodríguez, el único personaje, con el que no se conecta el público, y si somos meticulosos, ni el mismo Wildpret se siente cómodo. Una historia colocada para vender, digo, un cuerpo y un rostro que aporta su nombre para lograr un éxito seguro en taquilla.

Al menos si uno sintiese que Rodríguez se la pasa bomba en cada escena, sentiríamos cierta simpatía por el personaje, y por la historia forzada de amor que empieza a nacer a medida que la trama avanza. Pero cada escena resulta tan risible y patética que da vergüenza quedarse sentando viendo como cada diálogo y emoción de cartón se va desbordando al visionarla.
Y la culpa no es de Rodríguez, sino de un personaje sin tridimensionalidad, mal dirigido, que no sabe como moverse dentro del espacio.

Su cuerpo se pierde entre el grano de la noche, ante una luz bucólica que emana de un baño, mientras uno se va deshaciendo en la butaca pensando ¿Cómo para qué? Si es que ni una teta. Y luego pasamos al contraluz, donde las figuras de ambos se besan, mientras en el fondo las camionetas de Sabana Grande captan más la atención, ante un diálogo mal digerido que dicta: Mejor empecemos aquí para evitar la incomodidad en la habitación. Si lo que querían era hacernos sentir incómodos, pues lo han logrado con creces.

Norelys Rodríguez se pierde en un mundo que no fue dibujado para ella, su personaje, carece de conexión, y me atrevo a decir, que las peores escenas de la película son protagonizadas por esta historia de amor. Para muestra, la escena del sushi, o esos planos de película erótica barata clase B, que se dejan ver ante las rendijas de un ventilador de techo ¿Dónde está la poesía del cuerpo ahí?

El personaje de Wildpret, va desbordando sufrimiento a medida que avanza la historia, y uno se pregunta si esa cara estática es una mezcla de “Elipsis” “Un lugar lejano” y “Des-autorizados”, y el personaje es un metatexto con piernas con lo cual el actor simplemente se está riendo de nosotros.

Es cierto que sus emociones varían mientras da vueltas por el piso a lo comando, o en la tradición de Seagal demuestra su flexibilidad pendiendo sobre los marcos de una puerta. Pero creo que el cambio gestual se debe, ante el esfuerzo físico que ameritan las escenas de acción.

Como te extraño Schwarzenegger.

Obviamente quien se roba los mejores minutos, en nuestro camino hacia la búsqueda del tiempo perdido es Juan Manuel La Guardia, el personaje más real, mejor actuado, aunque hierva por momentos en la sobreactuación. Un digno regreso para este actor, que estaba en vías de desaparecer de nuestro imaginario.

Un personaje que retrata la Venezolaneidad, y con el cual el público sufre la identificación correspondiente, y es que sino eres cómo el, al menos te le pareces o conoces de alguien similar.

Más allá que la venganza dentro de esta historia sea el conflicto real que mueve todos los hilos para que la trama vaya develándose, es en este Pepe Grillo moderno, donde recae toda la sustancia dramática de la cual debe estar conformado un personaje. Un pasado lejano y cercano bastante claro, un presente desolador y un futuro que no se vislumbra, y es ahí de dónde el personaje se engancha para intentar enmendar, lo que posiblemente no tenga solución.

El resto de los personajes son relleno puro, del mejor algodón y necesarios para el final. Algunos mejores que otros, otros particularmente estáticos.

“Muerte En Alto Contraste” define la primera película Ochentosa Venezolana grabada en pleno siglo XXI, su fotografía así lo define, noches azules al mejor estilo Monkey Island, escenas eróticas bañadas en el más tenue anaranjado rojizo, un grano en la imagen que nos hace recordar esas copias en VHS de la colección de la Cinemateca Nacional. Lo mismo podría hablarse de la dirección de arte, una apología al mal gusto, al peor, al barato. Al menos Malavé se sincera en sus escenas al mostrarnos las paredes sucias, y eso le da un tono realmente amateur. Pero aquí, un florero con cuatro flores artificiales rosadas, ante un fondo de persiana azul, en un Two Shoot de cafetín, nos habla acerca de que tan lejos está ésta película de ser realmente el magistral regreso de un cineasta.

Sin hablar claro, hasta de las fuentes usadas para tipografiar el título de la película. ¿Se acuerdan de esa serie tipo comando llamada “A-Team”? Cualquier coincidencia, es pura casualidad.

El montaje por momentos es correcto, en otros, simplemente ridiculiza más aun este nuevo formato de llevar “Crónica Policial” a la pantalla grande, abusando del efecto cromático y exponiéndolo ante un ojo que se pierde en una espiral, no como los créditos de “Vertigo”, sino como el agua que sigue su curso natural al bajar la palanca.

¿Quién fue el jurado del festival de cine de Mérida y Margarita? ¿En qué manos está el criterio estético, de lo fundamental del arte, en este país? ¿Todos los ácaros se han comido las famélicas hojas amarillas de las ediciones caseras de la “Critica del Juicio” de Kant? ¿O es que no había nada mejor que premiar, y en vez de declarar desierto tenían que resolver con lo hubiese?

Es una lastima que el regreso de Bolívar no fuese con bombos y platillos, aunque eso es lo que nos hagan creer, pero nosotros ya no nos dedicamos a chuparnos el dedo y bajar la cabeza cada vez que alguien dice que el Mesías del cine nacional va a llegar.

Igual el intento de “Muerte en Alto Contraste” de posicionarse ante los éxitos de este año, tiene su merito, aunque al diseñador del Poster, creo que no le pagaron lo suficiente.