jueves, 24 de octubre de 2013

Con guante de seda duele igual

Mátalos suavemente. Título original: Killing Them Softly . 
Estados Unidos/2012/97´. 
Dirigida por Andrew Dominik.
Escrita por Andrew Dominik. Novela original: Cogan’s Trade de George V. Higgins. 
Con Brad Pitt, Ray Liotta, Richard Jenkins, James Gandolfini, Scoot Mcnairy, Ben Mendelsohn.

La filmografía de Andrew Dominik, director neozelandés, parece estar signada por una tendencia hacia lo literario en general y, hacia el género de la novela negra, en particular. Así lo confirman sus tres primeras películas (Chopper, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford y Mátalos suavemente), obras todas sacadas y adaptadas por el propio director de piezas de la literatura negra. Se deduce, de la reflexión en torno a estas escogencias literarias y la puesta de las tres películas como un todo autoral, que si bien está interesado en representar historias ligadas al mundo del crimen, Dominik tiene como motivación principal y última, orbitar alrededor de las circunstancias y contradicciones internas del criminal y contraponer sus motivaciones éticas con el valor moral de una época. El medio y el fin (literatura y cine) en este caso, se nutren y complementan de manera mutua, desde el universo de la ambivalencia que parece unir al hombre con lo violento.

Ya desde su título, Mátalos suavemente (Killing Them Softly), adaptación libre del original Cogan’s Trade, Dominik pone de manifiesto su deseo de jugar con la ambigüedad, de enfrentar los extremos, tomando como herramienta principal la violencia. Mientras que en Historia de la Violencia (2005), obra magistral que sobre el tema hace Cronenberg (casualmente una adaptación de una novela gráfica), el enfoque es sobre la naturaleza dual del hombre, sobre el acto de matar como herramienta para el ejercicio de la reivindicación, de lo justo, de la defensa, Dominik parece decirnos que matar es un acto similar a los negocios, a la política, que matar suavemente es también matar y, que estamos matándonos todo el tiempo, de diferentes maneras y en distintas intensidades. Sin embargo, esta no es la diferencia sustancial entre la propuesta de Cronenberg y la de Dominik. La violencia del primero está contextualizada en una visión existencialista: el hombre es la consecuencia de una contradicción entre su naturaleza bondadosa y su propensión a la maldad. En el caso del segundo, la violencia se justifica y moldea en el ámbito de las actividades propias de lo social (negocios, política, estructuras de poder), en las que prevalece un doble discurso y una doble moral, nefasta para el propio hombre. El resultado de Mátalos suavemente es, como el propio título lo indica, el contraste que existe entre lo indispensable de la violencia en los grupos y la compasión del individuo, el criminal que somos, en mayor o menor medida, todos los hombres que vivimos bajo el contrato de una sociedad.

Hay una escena de la película que representa muy bien lo anterior. En ella dos matones a sueldo han sido encargados de dar una golpiza al personaje encarnado por Ray Liotta. Ambos matones conocen al infortunado y uno de ellos está “preocupado”, porque presiente que “se les puede poner difícil”. Los diálogos indican que, en el fondo, a estos matones no les gusta la misión, que les cae bien el tipo (a todos les cae bien el tipo) y que preferirían no herirlo. Sin embargo y en contradicción a esta muestra de sensibilidad, la escena es brutal. En primer lugar los matones le piden a la víctima, le exigen, como si fuera algo normal, algo tácitamente establecido, que colabore con su propio castigo. Luego le dan una golpiza demoledora. Para ello Dominik utiliza tomas cerradas y maneja el sonido con un realismo cruel que nos expone como se rompen huesos y dientes. El sonido de la lluvia va y viene con los golpes, impactando también a su manera, oponiéndose con su murmullo natural. Pero la escena impacta aún más desde su contexto. Tratman (Liotta), es castigado a pesar de que se sospecha su inocencia. El meollo del asunto no radica en la culpabilidad de Tratman, sino en la opinión general y sus consecuencias finales. En una de sus líneas el personaje de Brad Pitt (Jack Cogan) señala que lo que importa siempre es lo que la gente piense, a lo que su interlocutor llama: el ángulo de la opinión pública. Por eso debe castigársele y, Tratman, debería entenderlo: no importa que tan culpable sea, sino que la gente piense que lo es. En este escenario la violencia es un negocio, un acuerdo contractual invisible, un equilibrio malsano y necesario, una necesidad ética para el sustento moral de lo corrupto.

Recuerdo que cuando leí la novela de Higgins, me llamó mucho la atención que, a pesar de la fuerza del argumento, la misma estaba narrada casi de manera exclusiva en clave de diálogos. De hecho, creo que esta es una de las fortalezas literarias de Cogan’s Trade: poder narrar hechos desde cero, desde la subjetiva de los personajes que cuentan los pedazos de historia que, luego, se van uniendo en un cauce que desemboca en el desenlace común. Mátalos suavemente respeta bastante este aspecto del libro. En ella, sin duda, los diálogos son un elemento importante. Ahora bien, a esto Dominik agrega e intercala, de manera muy acertada, extractos de escenas de archivo preelectoral estadounidense (2009), discursos de George Bush y Barack Obama, informes radiales financieros y pasajes que complementan, contradicen o critican ciertas escenas, y que tienen como fin último, demostrar que al igual que la mafia que maneja los hilos de lo criminal, los Estados Unidos es un país violento, decadente, que mata suavemente a sus habitantes, donde los códigos vienen impuestos y justificados por los resultados más que por el fin. “América no es un país, es un negocio”, culmina Brad Pitt en uno de los diálogos finales más ingeniosos de la historia del cine, poniéndole de esta forma la guinda a la torta de la decadencia moral y la crisis económica de la época.

Con referencia al tema de los diálogos, hay que indicar que una de las máximas del cine señala que es mejor mostrar que decir. Esto constituye un reto per se en este caso, considerando que se respetó una fuente de adaptación estructurada en coloquios. Para romper la inercia y evitar una narración estática y teatral a nivel visual, Dominik echa mano de una puesta en escena donde la fotografía, la actuación y la edición son importantes. Hay una prevalencia de los planos cerrados y medios, una edición encadenada y promiscua que nos enseña lo que está ocurriendo desde diferentes ángulos, una alternancia en el sonido que varía desde la subjetiva del personaje que hace de testigo. Respetando principios del cine negro, las sombras y los colores fríos predominan en la película (no pude evitar pensar en la fotografía del Zodiac de Fincher), y se hace uso de actores que ya forman parte del imaginario del cine gansteril, como James Gandolfini (The Sopranos) y Ray Liotta (Goodfellas). Protagonizando tenemos a un Pitt que logra transmitir la sorna de lo que subyace entrelíneas, pero que no alcanza, no por falta de talento sino de personaje, el nivel de profundidad dramática que le permitió un papel tan complejo y multidimensional como el de Jesse James. Los actores de reparto, Scott Mcnairy y Ben Mendelsohn hacen el trabajo , destacando sus líneas con modismos y quiebres de voz, sobre todo el primero, en una interpretación de antihéroe lejanamente parecida a la de Cassey Affleck en la de Jesse James. La música sólo aparece en escenas pico, generalmente para acompañar una cámara lenta, añadiendo un aire nostálgico de los 50 que contrasta con el 2009 preelectoral, y que añade preciosismo a escenas crueles como la del asesinato de Tratman.

Para ser la historia de un asesino a sueldo que persigue a unos criminales de poca monta, Mátalos suavemente introduce elementos ingeniosos que la convierten en una crítica tragicómica de un sistema, de una visión corporativa, cómoda y maquiavélica de la vida. Evidentemente la película no sigue las reglas clásicas del cine negro, así como El asesinato de Jesse James no es un western como tal. Son películas únicas en su individualidad, conectadas desde la mirada autoral de su director, quien ya muestra en esta tercera película, elementos comunes que le perfilan como un autor con un mundo, una estética y una filosofía cinematográfica que le es propia.


1. From the inside en en el caso de Chopper, la novela homónima de Ron Hansen sobre Jesse James en segundo lugar y Cogan’s Trade, respectivamente.

2. Hay un uso muy logrado de la subjetiva en una escena en la que Mendelsohn sostiene una conversación con Mcnairy luego de haber consumido heroína. La imagen viene y va, haciendo juegos con la luz y una edición ralentizada del sonido.

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